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CINE

RESEÑA: The Devil All The Time

Dios es un fetiche. Dios es un ser que necesita sacrificios. Que perdona a conveniencia y al que necesitas encontrar bajo ciertas condiciones autoimpuestas.

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Por fin pude ver The Devil All The Time y la verdad es una cosa intensa, cansada y al mismo tiempo desesperanzadora… pero nada fuera de la realidad. Y eso es oro puro en el cine.

La historia principal -aunque son varias- cuenta la vida de un niño que nace de un matrimonio gringo algún tiempo después de la segunda guerra mundial, con todo y los traumas de la época. La familia es funcional a pesar de las carencias, pero todo cambia en un abrir y cerrar de ojos, como siempre pasa en la vida.

Después, el niño se convierte en el poderosísimo Spider-Man, o bueno, dejémoslo solo en un adulto Arvin Russell interpretado por #TomHolland. Este vato sufre y sigue sufriendo al igual que los personajes que se desarrollan alrededor suyo, porque como dice por ahí una cita que soltaron en la película: «algunos sólo viven para ser enterrados».

Los traumas de una guerra y las secuelas no son suficientes para una sociedad americana fuera de la utopía del sueño de los años 50-60. En el campo la vida es distinta al desarrollo citadino; la zona rural de los Estados Unidos siempre se ha caracterizado por mantenerse en una línea temporal muy extraña, donde todos siguen hablando con acento raro y donde el redneck no tiene otra afición más que ir a gritar «Praise The Lord» a la iglesia local. Y a las primas -hola regios- Aquí es donde justamente nos muestran a otro personaje importante: El reverendo Preston Teagardin, interpretado por el poderosísimo BatmanRobert Pattinson.

—Intermedio: pinche crossover en mi imaginación ñoña, ya los pensaba tirando madrazos en la iglesia con todo y disfraz, ALV—

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El director es Antonio Campos, que realmente sólo ha tenido algunas cosas activas importantes, incluyendo capítulos de The Sinner y de Marvel – The Punisher, pero el desarrollo es chingón. La película por momentos se siente muy Scorsese, a veces muy Fincher, a veces con una pizca muy pequeña Tarantinezca (que a la vez es mezcla de otros tantos), pero se encamina portentosa sobre el mismo tema incómodo: La implacable religión. Bueno, más que nada los pinches odiosos y estúpidos fanáticos.

Algunas personas buscan a Dios en las buenas intenciones, en amar al prójimo y todas esas cosas que dicen los mandamientos bíblicos-coránicos-budistas y cuanta madre positiva salga del pasado. Se supone que así está chido ¿no? O por lo menos que así debería de ser. Esta cinta habla sobre la búsqueda y el sacrificio que se le hace al Creador, pero de la forma más burda, cruel, despiadada, sádica e hipócrita; como es el ser humano, vaya. Dijeran los creyentes: se les metió el Diablo.

Dios es un fetiche. Dios es un ser que necesita sacrificios. Que perdona a conveniencia y al que necesitas encontrar bajo ciertas condiciones autoimpuestas. Porque si no, Dios no te ve y se hace pendejo con tus sacrificios de pobre y humilde. Y la neta ¿a cuántas personas conoces que hacen justo eso? Me refiero a aquellos que quieren encontrar a la Deidad a conveniencia y sentirse tocados por el mesías mientras siguen haciendo una porquería su mundo y el de sus prójimos. Yo a varios.

Sin pedos; véanla pero con calmita y pensando que es una cinta grande en extensión, violencia gráfica y tensión de la chingona; de esa a que te empuja a hacerte pa’l frente del asiento. Y claro, grande en actuaciones. TODAS. Aunque no le va a caer muy chida los mochos, ustedes éntrenle… al fin que el Diablo está presente a todas horas.

Disclaimer: reseña hecha por un ateo, por si las dudas puse en mayúsculas a todas las deidades buenas y malas para que vean que la escribí con respeto mitológico.

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