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CINE

Reseña: The Invisible Man

Tiene un guión bastante genérico, pero es increíble cómo un buen director y una de las mejores actrices de su generación hacen que sea una delicia.

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Me lancé a ver The Invisible Man casi una semana después porque… ¡Pues porque he tenido un chingo de trabajo! y como se darán cuenta de ni de esta página ni de los packs que nos mandan tragamos; así que esperé a la noche menos ocupada de mi semana y que me aviento. Me dije: -«por qué no, te lo mereces, papucho»- y me fui de imprevisto al cine;
-Voy al cine- le dije a mi ruca
-Haz lo que quieras, pendejo – me contestó reafirmando cariñosamente el permiso.
Solo y en un jueves bien tranquilo. Noche cinéfila.

Por cierto, las estadísticas dicen que la gente a la que le gusta ir sola al cine en México es muy poca. Según un estudio publicado en MILENIO basado en un trabajo de #GrupoPeixe, sólo al 4% de los que acuden a las salas de cine les gusta ir de a solapa. ¿Por qué? ¿A qué le temen? Es bien chido llegar a soltar el cuerpo en la butaca y más siendo día sin tanta raza, poner tu chuchería a un costado y degustar sin estar pensando que la de a lado se te va a quedar viendo para sabrosearte o simplemente para poner atención a la cinta. Opto por lo segundo.

¡Y no me vayan a decir que no! por ejemplo si vas con pareja: ahí está chingue y chingue que le pases las palomitas, que anda horny y quiere que le metas mano y tú: – espérate, cabrona, el ruco de a lado anda de voyeurista- o simplemente (y esto es en general): si es una película que no es de su agrado, se la va a pasar bostezando y haciendo jetas, o si ya le puso más atención pero no sabe, se la va a pasar preguntando por qué los soldados tienen armadura blanca y no le atinan a ni madres con sus pistolas.
Si tú eres mujer, nuestra defensa masculina ante el aburrimiento es cabecear y roncar a los 10 minutos de choros tipo The Notebook.

Si vas con amigos, nunca falta el pinche gracioso que anda de mamón ladrando spoilers o que se porta de forma soez y prosaica. ¡Simón! tu amigo el peterete que le vale berga y saca su teléfono a media función, eructa o no le importa hablar en voz alta para contarte un chiste estúpido que se le ocurrió sobre la escena triste.

Bueno, regresando al tema: La película comienza y desde los primeros segundos se siente el clima de tensión. La oscuridad de una casa en la playa mientras se acerca una tormenta y una pareja en su cama matrimonial con el ruido de las olas de fondo, te dejan ver el suspenso que se avecina… en eso, la pinche parejita que está al fondo de la misma fila comienza a cuchichear algo y al vato le da un ataque de tos. No mamen. Y luego le da el ataque a su morra y empiezan a estornudar los dos y todos se les quedan viendo con ganas de rociarles lysol en sus nachos. Y es que es normal, ahorita la paranoia está pesada y por recomendaciones generales si estás enfermo no le juegues al chingón y mejor quédate en tu casita pa’ que te repongas un rato. Total que la tos siguió pero como que aprendieron a controlarla, yo creo, porque sólo les daba cada 20 minutos hasta que se desvaneció a nuestros oídos y se convirtió en parte del surround. Y pues también la raza como que los vacunó mentalmente y ahí quedó el pedo.

No mamen ¿en qué iba? Ah, sí… la película tiene un guión bastante genérico, pero es increíble cómo un buen director y una de las mejores actrices de su generación – Elisabeth Moss– hacen que sea una delicia. Le doy 9 de 10. Suspenso del chingón y todo el tiempo te la pasas con el Jesús en la boca. Y conste que si lo hubieran hecho otros, habría pasado sin pena ni gloria. Felicitaciones.

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Salí y fui al baño a lavarme las manos; me despedí del conserje de los mingitorios que quién sabe por qué chingados no se había ido todavía y cuando ya iba de salida, entró el cabrón que estaba tosiendo. Se veía demacrado y un poco sudoroso. Espero que haya sido alergia; digo, ya es la época ¿no?

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