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Seamos sinceros, ‘El Brutalista’ no necesitaba su escena más devastadora.

Seamos sinceros, ‘El Brutalista’ no necesitaba su escena más devastadora.

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La nueva película «The Brutalist», protagonizada por Adrien Brody y Guy Pearce, ha causado revuelo por una de sus escenas más impactantes. Aunque el filme se adentra en la vida del arquitecto László Toth, muchos críticos argumentan que la representación del abuso sexual en una de las escenas centrales del filme no solo es innecesaria, sino que además desentona con el tono general de la narrativa.

Desde el principio, «The Brutalist» impresiona por su enfoque en las sutilezas del poder y la discriminación encubierta. La interacción entre László y el millonario Harrison Van Buren parece manipulativa, donde las microagresiones llenan el ambiente, mostrando que la amabilidad puede ser una fachada para el control. La película, que invita a los espectadores a leer entre líneas, se vuelve más cruda cuando la relación de estos personajes profundiza en un territorio oscuro.

La actuación de Guy Pearce es clave para transmitir la amenaza y la inestabilidad emocional de Harrison. A medida que los halagos se entrelazan con un tono cada vez más ambiguo y posesivo, la trama encuentra un equilibrio entre la admiración y la dominación. Sin embargo, esto culmina en una escena devastadora que muestra a Harrison abusando sexualmente de László, algo que muchos críticos consideran un giro extremo que opaca lo que se había construido hasta ese momento.

Este examen brutal de la relación entre los dos personajes parece estar más enfocado en shock que en la necesidad narrativa. La violencia gráfica sirve para reafirmar las antiguas creencias sobre la dinámica poder-discriminación que ya había sido claramente trazada a lo largo del filme. Muchos argumentan que este momento violento parece estar añadido de manera forzada para intensificar el drama, sin aportar valor a la creciente historia sobre discriminación y autocontrol.

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Algunos críticos expresan que «The Brutalist» podría haber sido igualmente poderoso y provocador sin esta escena específica. El impacto emocional que la película busca transmitir podría haberse logrado a través de la sutileza, sin recurrir a imágenes perturbadoras que perpetúan estereotipos negativos sobre la comunidad LGBTQ+. La representación del abuso puede caer en narrativas dañinas que abogan por un entendimiento erróneo de las relaciones homosexuales.

La obra del director Brady Corbet en «The Brutalist» es un reflejo de cómo las normas sociales y los pretextos pueden ajustar las percepciones de los individuos. Sin embargo, el director tiene que ser consciente de la carga que estas representaciones llevan. La falta de un manejo cuidadoso de estos temas puede traducirse en un efecto contrario, haciendo más daño que bien en la percepción pública de problemas ya delicados.

La expectativa de los espectadores ante «The Brutalist» era una exploración de un arquitecto en busca de su identidad en América, pero el giro deletéreo de la trama no solo desdibuja la esencia de la historia sino que también despoja a los personajes de la complejidad que merecían. La película podría haberse concentrado en la lucha sutil de su protagonista sin recurrir a medidas tan drásticas.

En resumen, aunque «The Brutalist» logra ilustrar temas profundos y relevantes como la discriminación oculta y el control emocional, la decisión de incluir una escena tan impactante ha generado mucho debate. La narrativa de una lucha interna se ve sepultada por un momento de violencia que más bien parece un esfuerzo por impactar que una herramienta narrativa verdaderamente necesaria. Esto deja a muchos preguntándose si el cine, a la vez que puede ser un reflejo de la realidad, debería también ser un espacio seguro para la reflexión y no para el trauma innecesario.

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