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«Este pequeño detalle en ‘Babygirl’ echa a perder por completo el mensaje de la película.»

Este pequeño detalle en ‘Babygirl’ echa a perder por completo el mensaje de la película.

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La nueva película «Babygirl», dirigida por Halina Reijn y protagonizada por Nicole Kidman y Harris Dickinson, ha causado revuelo en la comunidad cinéfila. La trama gira en torno a Romy, un CEO que, en su búsqueda de placer, entabla una relación poco convencional con su joven pasante. Sin embargo, lo que debería ser un análisis sobre la liberación sexual se ve empañado por un detalle que puede arruinar el mensaje central de la película.

En «Babygirl», se presenta a Romy como una mujer poderosa que en el trabajo es dominante y controladora, pero que en el ámbito personal busca ser dominada. Su relación con Samuel (Dickinson) parece ser la escapatoria a su frustrante matrimonio con Jacob (Antonio Banderas), quien no puede satisfacer sus deseos íntimos. Sin embargo, la película introduce un trasfondo que involucra el crecimiento de Romy en sectas y comunas, algo que se siente innecesario y casi como un lastre en la narrativa.

Esta elección narrativa plantea interrogantes sobre la percepción de la sumisión en el ámbito sexual. Al insinuar que sus deseos provienen de su infancia en un entorno de culto, la película sugiere que su kink es un producto de su trauma, lo cual no es necesariamente cierto para todos aquellos que desean explorar el BDSM. No todos los que tienen gustos menos convencionales cuentan con un pasado oscuro que los explique y validen.

A lo largo del filme, Romy lidia con la culpa y el miedo a ser juzgada por sus elecciones. A pesar de que la historia parece estar en contra del estigma y la vergüenza relacionados con la sexualidad, su enfoque sobre la infancia de Romy y sus «oscuras» inclinaciones sugiere lo contrario. Existe una contradicción en que la película intenta celebrar una relación BDSM, pero al mismo tiempo se ve obligada a incluir una narrativa de redención y normalización que no encaja bien con su premisa original.

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El clímax emocional llega cuando Romy enfrenta a su esposo y le confiesa su aventura, desmarcando su exploración sexual de su niñez en cultos. Sin embargo, a lo largo de la historia, se intercalan imágenes de su pasado que muestran su conflicto interno, sugiriendo que quizás el filme sí considera que su crianza tiene relevancia en su conducta actual.

Lo problemático aquí es que «Babygirl» podría dar la impresión de que el deseo de Romy es indigno o anómalo, cuando al final no debería serlo. Al final la película intenta reivindicar su deseo, pero al imponerle una justificación psicológica, contradice su propio mensaje de aceptación y libertad sexual.

La historia parece decir que el kink de Romy es un resultado de un pasado problemático, y no solo una parte de su identidad sexual que debería ser normalizada y aceptada sin preguntas. Esto plantea un debate interesante sobre cómo el cine aborda la sexualidad, la liberación y, por desgracia, aún los estigmas que la rodean.

En resumen, aunque «Babygirl» tiene el potencial de ser una exploración intrigante sobre el deseo y el BDSM, su enfoque sobre la infancia de Romy logra hacer parecer que el mismo autor se avergüenza de las elecciones de sus personajes. La película nos deja con la sensación de que, al final, hay un juicio implícito que no debería existir en una narrativa que busca ser inclusiva y comprensiva.

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