CINE
Hace 35 años, este polémico y relevante documental marcó un hito y desató una tormenta que aún sigue.
¡Revive la controversia! 35 años después, un documental que cambió las reglas del juego sigue generando debate.

Hace 35 años, «Paris Is Burning» hizo su debut y dejó una huella imborrable en el mundo del cine independiente y la cultura LGBTQ+. Este documental, lanzado en 1990, captura la vibrante escena de los balls en Nueva York, donde la comunidad afroamericana y latina de queer vibraba con un estilo único y crudo. La presentación del emcee Junior LaBeija que dice: “¡Denle un aplauso a los concursantes!”, establece el tono para un evento que desafía las normas y celebra la creatividad y el coraje de sus participantes.
Este fascinante documental sigue a varios concursantes a través de sus travesuras, ambiciones y la búsqueda de fama que no siempre encontraron en un mundo que a menudo los excluía. Aunque el film presenta un retrato glorioso de la cultura ballroom, también es crucial reconocer las dificultades que enfrentaron sus protagonistas durante los años de la crisis del SIDA y el racismo sistémico, recordando que detrás de cada actuación hay historias de lucha personal y societal.
La directora Jennie Livingston eligió un enfoque íntimo y directo, limitando el uso de tecnología costosa para capturar la esencia pura de la vida en la plaza. Esto resulta en un documental que es puntiagudo y conmovedor, ya que conecta por completo a la audiencia con un mundo que a menudo permanece en las sombras. En «Paris Is Burning», se presentan diversas categorías de competencia, desde el drag hasta el voguing, dándole voz a quienes, de otro modo, no tendrían una plataforma.
El legado de «Paris Is Burning» es evidente en producciones contemporáneas como «Pose» y «RuPaul’s Drag Race», donde se pueden rastrear muchas palabras y actitudes populares, incluidas las nociones de “realness”. A través de la memoria colectiva y la cultura de los balls, estos programas abren el diálogo sobre la representación y la identidad en el siglo XXI.
Sin embargo, no todo es celebración, ya que el documental ha enfrentado su propio conjunto de críticas. Algunos de sus protagonistas han expresado preocupaciones sobre la explotación por parte de un equipo de filmación predominantemente blanco. A medida que el documental se convirtió en un fenómeno pop, se plantearon preguntas sobre la apropiación cultural y la invisibilidad de las voces de la comunidad LGBTQ+ de color.
A pesar de ello, la historia de «Paris Is Burning» sigue resonando. En su reciente proyección en Brooklyn, se pudo observar un cambio, donde la comunidad LGBTQ+ local fue invitada a participar, mostrando un esfuerzo por reparar la representación en este clásico del cine. La película no solo destaca las luchas de su comunidad, sino que también es una celebración resiliente de la vida y la cultura queer.
«Paris Is Burning» es más que un simple documental; es un ícono que ayudó a moldear el panorama del cine LGBTQ+ y sigue influyendo en las conversaciones sobre identidad y pertenencia. Este filme puede verse en Max en EE. UU. y sigue siendo un testimonio poderoso de un pasado vibrante y de la lucha por la visibilidad y el respeto en una sociedad que sigue evolucionando. A nadie le debería sorprender que, tras más de tres décadas, «Paris Is Burning» aún tenga tanto que enseñarnos sobre la dignidad, el orgullo y la lucha por ser visto en un mundo que a menudo prefiere mirar hacia otro lado.
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